lunes, 27 de septiembre de 2010

SABOTAJE A LA CORDURA

-Sabotaje a la cordura-

Se siente triste por la noche y ríe cuando miran, busca la soledad y busca la muerte cuando la soledad le encuentra, sabe lo que quiere y a su vez sabe que no debe quererlo. Él se llama obsesión y anda siempre de un lado para otro sin saber a dónde ir, es mi compañero de rutina

-Acto 1-

Con los ojos vigorosos y brillantes notaba cómo el odio florecía en ásperos goterones amargos que arañaban su cara agonizante…
Así hacía su aparición en el crepúsculo de la noche, derrochando versos inéditos propios de un esquizofrénico, en los que en el acróstico figuraba el nombre de “ella”, y entre esos insípidos poemas sin lógica alguna renacía cada mañana su esperanza para ser condenada cada puesta de sol...
-¿Porqué habría yo de querer ser pájaro, si nunca tuve alas?, ¿porqué escribir prosa, si nunca supe hablarla?, ¿porqué nací? Tal vez fue el gesto más egoísta que tuve, sí, eso es, soy un cínico egoísta, y ambicioso… Pobre en alma y desdichado en carne, soy la negación del pesimismo, la pesadilla del escritor… soy el infatigable desanimo…-
Roma se maldecía a voces, desecho, como rey derrocado, la impotencia le hacía dar cabezazos contra el muro, ese infranqueable obstáculo en el camino a la perfección, ese factor autocrítico que en escasez te conduce al fracaso y en exceso te consume.

-Acto 2-

El sonido del agua corriendo por su bañera, el aire adornado en tristeza, una suave tristeza, casi armónica. Lúcido a ratos se deleitaba con “Ludwig Van” en su sonata de claro de luna. Furtivos aquellos ratos, destellos que no fueron más que el parpadear del insensato.
Rehusaba cualquier atisbo de su naturaleza, fracasado cuando menos aún tenía fuerzas para respirar con energía, apenas llegaba oxígeno en el aire, consumido este por las velas con las que se iluminaba el baño; preciosas lágrimas de fuego… Una vez llena la bañera se metió en ella sin tiempo a quitarse la ropa, sumergiéndose en la nada, y comenzó a escribir lo que sería su testimonio… aquella espina clavada en lo más hondo de su razón…
¡Gritaba!, y volvía a callarse… escribió y reescribió el mismo verso durante una hora, lo desnudaba y movía torpemente en el espacio alterando su significado buscando a saber qué…¿la aprobación tal vez?, ¿la aprobación de quién?, él amaba el sonido de las palabras, eclipsado ante su poder, no fue capaz de ignorar como la poesía hizo al Hombre, como convirtió en lideres a impetuosos genios de las artes oscuras, grandes palabras en grandes guerreros que impactaban de lleno al toque de corneta, hábiles crupieres en la fortuna del amor…
-Terminemos pues. “ haced muerte de mi olvidada vida, llevadme con vosotras palomas mensajeras y elevadme tan alto que haga del cielo mi horizonte… y luego, sin titubeo alguno, dejadme caer sin morar en vuestra conciencia remordimiento, ¡y recordad que fui yo quien luchó!, para desgarrar su alma de este cuerpo… Dejadme abandonar las paredes de piel y ser alma etérea, ¡libre ante la vergüenza!-
Se decía para sí mismo, sin más que el distraído espejismo de la duda mientras se acariciaba la garganta con el filo de la compasión.
-¡Olvidar al fin cuantas penas!, resulta difícil de creer… me cuesta pensar que la muerte no dolerá y que podré cerrar los ojos cuando mi vida pase ante ellos… tan solo ansío, tan solo ruego que la muerte no me sepa a nada, ¡y suplico!, por la creación que suplico… no me condenen por lo que hago, pues yo nunca les hubiese condenado…-
El sonido más bello se hizo presente tal cual… su última bocanada, y suspiraba… cuando comenzó a brotar de su nuez una cascada de sangre que dibujaba en la bañera un rojo atardecer, cálido, sereno… y recordó, recordó por qué había de vivir, recordó a su amada, aquella pungente poesía narrativa del “pecado”, aquella bailarina de porcelana que taladraba incesante la esperanza. Recordó y ya no quiso morir, ahora que se rompieron las cadenas del verbo, ahora que al fin conoció a su hijo nunca concebido. Supo que la vida nunca le iba a entender, a él, que nació de la poesía y no para ella, a él, que murió cuando decidió retarla, y lo derrotó… ¡sin honor!, ni talento…
Ver su pecho anegado en sangre lo superaba, ¡y golpeó! Esta vez golpeaba el nácar de las cenefas a modo de castigo para sus inútiles manos, así al menos lograba desprenderse del sabor a fracasado.
-La conciencia-
Incapaz de morir, no llegó a afrontar la vida, tan cobarde que se contó una mentira en la que en un futuro reiría y desaparecerían sus penas, días felices y jamás volvería a sentirse incomprendido… Mentiras, todo indicaba que quedaría reducido a un mundo oxidado y apático por la rotunda “vergüenza” consigo.
- ¿Eva? Siento tu presencia, continua y distante, dejándote entre ver por las cortinas de aire que mi mente destila, ya es tarde para recluirnos, se que todos los versos esculpidos aún conservan su significado concreto, el desenfreno que me invade al verte es la indulgente causa de mi estado. Gané, lo hice arrancando de ti el entresijo de un corazón infame, concebido entre pesadillas sin amaneceres que me despierten, trasladado desde el ensueño hasta esta insomne realidad mortuoria. ¡Déjame, soy dueño de mi vida y de su fin, qué importan los motivos!
Golpeaba al aire con estrofas en un arrebato de duda…
- No soy nada sin ti Héctor, tú me das la vida y si morir ansias, contigo moriré, pero no antes
- ¿Ni morir con dignidad puedo?, Todavía aquí sigues juzgándome.
Roma continuaba en aquel estado pseudo paranoico mientras sangraba, gritaba y escribía otra hoja más.
Lo miré, me vio, espejismo en el desierto, aquella plasta ególatra se aparta a mis pasos, como asustada ante el reflejo de la vanidad. Firmes y fluidos gestos que con la habilidad de un silbido me alzan, como la luna en la noche, a los árboles donde duermen las almas de los poetas difuntos, ¡en la cima! Como Ícaro... fascinado, extasiado y corrompido. Allí donde los poemas murmuran guiados con el propósito de encontrar a su musa, donde jugaba con los astros a ser uno de ellos, allí donde un soneto susurrado caía en la dicha de la eternidad, donde la luna y el sol se amaban, sentado en la más linda dama del verdugo me deshice, me hice libre de mi afán por ser y escribí…
Y Escribió, una tras otra páginas en las que difícilmente se podía entender algo, pero sonreía con fuerza, su precario instinto por sobrevivir cumplía su función, en ese instante que no necesitaba a la verdad, cuando se veía colapsado por la literatura y sus funciones vitales quedaron reducidas a desangrarse mientras rajaba el papel… Se desvaneció.

-Flashback-

¡Chico!, ¿me oyes?, ¿recuerdas tu nombre?
- ¿Cómo?, ¿pero qué hago aquí?
-Te encontré tirado en el suelo del baño…
-¿Quién es usted?
-Soy Ágata, tu doctora en este hospital
-¿Me pondré bien señorita?
- jajaja, ¿de verdad lo preguntas?, ¿tú que anoche te cortabas el cuello?
No le hizo mucha gracia el comentario y el sofoco se iba haciendo otra vez dueño de él
- Toma el lápiz
- ¿y los papeles?, ¿no encontraron unos folios junto a mi?
- chico, ¿no recuerdas nada?
- ¿recordar qué?
- Esto es un hospital psiquiátrico, ingresaste aquí hace dos años por intento de suicidio
- Ágata, mire mi sonrisa, tráigame folios y le explicaré cuan cuerdo estoy…
Roma pasó dos semanas en cuidados intensivos, el último día le dejó una novela de unas doscientas páginas encima de la mesa.
- ¿y bien, que opina ahora?
- No entendí que tiene que ver que estés curado con tu novela, ni por lo que dices.
- ¡Doctora!, ¿no lo comprende?
- No, ni me pareces escritor
- Eso es señorita, exactamente eso, mire mi cara y observe, no solo fui capaz de terminarla y enseñársela, sí no que además no me hiere la crítica.
Ágata quedó vislumbrada por la alegría de aquél chico que brincaba y escribía, portaba espada imaginarias mientras recitaba autores, jugaba a ser piloto y maestro,
- Por favor, tan solo escúcheme. Es preciso que lo deje en su habitación…
- ¿y después qué? Aunque lo que me cuente suene ilógico se que obligatoriamente deberé de asumirlo. Pero es innecesario continuar ocupando una plaza que un loco, más loco, podría ocupar… ¿acaso no aclara mi testimonio la facultad mental que poseo? Quizás nunca fue agraciada con tales recursos…
- Iré a hablar con el director del hospital
Un mes más tarde los oí mientras se acercaban, yo estaba nervioso, pensé que tal vez existiese la posibilidad de que me dejasen salir y darle al mundo un toque diferente, mi toque
-Muy bien, ¿este es el chico?
- si
-lleváoslo y dobladle la dosis, que no vea nunca la luz, ¡Roma!, lamento decirte que aún no estás curado…
- ¿por qué no?
- porque aún dependes de mi…

Víctor Reyes

No hay comentarios:

Publicar un comentario