lunes, 27 de septiembre de 2010

sin pies ni cabeza

Esta es la historia de dos amantes de verdad, que nacidos escribió el azar sus nombres juntos y de como ellos aún amándose no se quieren...

Noviembre de 1995, de aquellas tardes mucho que decir, aunque quizá bastase con hablaros de la embriaguez de los callejones, heladizos mis pómulos y consternados por la sublime perfección en la que nos envolvían dos muros, altos como las torres de cuentos de hadas en las que suelen morar doncellas y dragones, -me agobia verme entre solo dos salidas- escuché en el ronroneo k nos acompañaba cada noche, y mirando al cielo entre una sonrisa “silbé”: ¡te equivocas, no temes sentirte atrapada, temes verte obligada a escoger...! no le vi la cara ni hizo ruido alguno ¿pero que más daba? Yo sabia que presta una sonrisa rayaba el presente. Salíamos de allí callados y las narices acurrucadas en el cuello del chaquetón, mirando con los ojos cual asesino en serie los huecos de la acera que ocuparán el recuerdo de nuestros zapatos, como si nunca existiesen aquellas tardes...
Un día, más que un día fue un leve instante, tan efímero como un beso, ese instante y esa lágrima patinando en mis labios, ¡”ni pintada por Bécquer” estaría más cerca del cielo! , esculpía con cada pestañear sus ojos en mi razón, divagaban desenfrenadas las palabras por mis venas y no llegaba mas a la boca que superflua una sonrisa, condenado por la sensatez a despertar en busca de la verdad a cada instante, encadenado por los tobillos para no volar, veía en cada palpitar de un reloj tus labios y cuan lejos estaban siempre de los míos, y saber que aquel sería nuestro ultimo beso mataba la esperanza, aferrado a tus labios y luchando contra la realidad, fue aquella la primera vez que cerré los ojos a la par que te besaba, puede que terminase por rendirme, puede que me estuviese entregando a mi alguacil o puede que solo intentase no ver lo que pasaba, cuando nuestras manos se soltaron vida mía, la fascinación era quien derramaba lagrimas en mis ojos, fascinado por verte llorar, fascinado por el dulzón que ardía con vehemencia en los crueles labios de un Don Juan, airado, roto, insatisfecho, cabreado, lloroso, indignado, mi pecado, haberme enamorado...

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